Blogia

QUIJOTEANDO

Las raíces estructurales del hambre, las crisis alimentarias y los desórdenes

Las raíces estructurales del hambre, las crisis alimentarias y los desórdenes

James Petras

«Los países pobres del mundo gastarán unos 38 700 millones de dólares en importación de cereales este año, el doble de la cantidad que pagaron hace dos años por las mismas cantidades y un 57 % de aumento en relación con 2007.» Cita del senador estadounidense Byron Dorgan en la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) Financial Times, 21 de abril de 2008 p.19.

Estos últimos días, todos los bancos internacionales importantes (el FMI, el Banco Mundial, el Banco Interamericano de Desarrollo, el Banco de Desarrollo Asiático, etc.), todos los periódicos y los medios de comunicación financieros importantes se han visto obligados a reconocer que está teniendo lugar una crisis alimentaria importante, que cientos de millones de personas están abocados al hambre, la desnutrición y a la muerte por inanición. Se han realizado llamadas a conferencias mundiales, se han declarado emergencias nacionales a raíz de los desórdenes provocados por millones de personas en casi cincuenta países que han amenazado con desbancar sus regímenes políticos y han aumentado las tensiones sociales incluso en los países más dinámicos y con mayor crecimiento, como China o la India. Incluso en los países imperialistas de América del Norte y Europa, la combinación de la escalada en los precios de los alimentos y el estancamiento de los salarios, las expulsiones de sus hogares y los pagos de las deudas amenazan a los regímenes en ejercicio y aumentan las presiones sobre todos los gobiernos para tomar acciones urgentes.

Las respuestas de las élites se prevén inadecuadas y sus explicaciones de la crisis van desde la inadecuación, el interés propio hasta la estupidez. El Banco Mundial repite la petición de ayuda de alimentos para emergencias y subsidios por valor de varios cientos de millones de dólares para los «más necesitados», es decir, para aquellos países en los que se han producido disturbios importantes a causa de los alimentos, con saqueos a los distribuidores privados de alimentos, los puntos de venta al por mayor y al por menor, y amenazas o desbancamiento de los regímenes de libre mercado que han sido los alumnos modelo que han seguido las políticas del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional.

Los autoproclamados expertos económicos, según lo previsto, se evalúan a sí mismos e intentan evadir el fracaso de sus recetas anteriores. Todos los académicos y consejeros políticos conservadores, liberales y progresistas echan la culpa a «China, por comer demasiada carne» (profesor Paul Krugman, de la Universidad de Princeton y columnista del New York Times), al «crecimiento de la demanda», a «la inflación»... Los progresistas señalan la desviación de la producción hacia los biocombustibles como el «biodiésel», la falta de planificación de los gobiernos y la distorsión de las prioridades.

El aumento de la ayuda alimentaria tiene solamente un impacto transitorio, en regiones limitadas, sobre una fracción de la población afectada. Culpar al crecimiento de la demanda obviamente exige preguntarse por la «falta de suministro» y las características estructurales (posesión de tierra, pautas de propiedad, búsqueda de rentabilidad y relaciones entre clase y estado) que le dan forma. De igual importancia es el hecho de que, incluso en aquellos lugares en los que hay alimentos que llegan al mercado, los precios de esos alimentos están fuera del alcance de la mayoría de trabajadores rurales y urbanos, campesinos y personas sin empleo. Los que critican desde el punto de vista de la oferta y la demanda omiten un análisis de clase de los «productores» que determinan el sistema de precios (según su poder oligopólico del mercado y sus criterios para obtención de beneficios) y los consumidores (trabajadores informales y formales con salarios bajos, cuyos ingresos van en declive). Los granjeros capitalistas se encuentran en una posición adecuada para proteger e incluso aumentar sus beneficios trasladando sus costes añadidos por insumos al poder de mercado más débil de los consumidores, ayudados e instigados por los regímenes políticos neoliberales del libre mercado.

Los progresistas que echan la culpa de la crisis a los biocombustibles (el aumento de los precios se debe al desvío de los granos y el uso de la tierra hacia la producción de combustible) no responden a las preguntas estructurales más elementales: ¿Qué clases llegaron al poder estatal y dieron forma a las políticas económicas y permitieron que se produjera este «desvío»? Los grandes préstamos privados y estatales de los años 70 debidos a la disponibilidad de préstamos baratos llevaron al crecimiento del endeudamiento. Los bancos privados, empresas y fabricantes, promotores inmobiliarios endeudados, endilgaron, gracias a sus influencias poderosas y relaciones directas con el estado, sus deudas privadas al Estado y, en último término, a los contribuyentes, un fenómeno que se describió más tarde como «socialización de la deuda privada» o «pago de la fianza al sector privado».

El Estado se vio enfrentado a obligaciones de deudas cada vez mayores (la llamada «crisis de la deuda»), acudió al FMI y al Banco Mundial para obtener préstamos y, lo que es más importante, para obtener su certificado para préstamos enormes de los bancos comerciales. El FMI y el Banco Mundial exigieron cambios estructurales fundamentales del Estado para conceder los préstamos, y estos préstamos con condiciones implicaban una completa transformación en las políticas de inversión, comercio, consumo e ingresos que tuvieron un efecto importante sobre la estructura de clases y la composición de la clase dominante.

Los préstamos internacionales, tanto oficiales como comerciales, y los cambios estructurales que los acompañan, resultaron en la eliminación de las barreras comerciales protectoras en la agricultura y la fabricación. Como resultado se produjo una entrada masiva de bienes agrícola subvencionados de los Estados Unidos y de la Unión Europea, que destruyeron a los agricultores con granjas familiares de pequeño y mediano tamaño que producían alimentos básicos. La bancarrota de los productores de alimentos resultó en desplazamientos masivos de granjeros y trabajadores agrícolas a las ciudades y en la concentración de la tierra en las manos de propietarios de plantaciones comerciales agrícolas que se concentraron en la producción de cultivos para la exportación.

Las exigencias del FMI y del Banco Mundial incluían la reasignación de los créditos, préstamos y asistencia técnica gubernamentales para los grandes exportadores agrícolas en bienes únicos porque ellos eran los que obtenían las divisas fuertes necesarias para devolver los créditos y enviar beneficios a los accionistas, ejecutivos y propietarios de las empresas multinacionales.

El FMI y el Banco Mundial aceptaron negociar la refinanciación de los pagos de intereses y capital pendientes de los estados deudores a condición de que privatizaran y desnacionalizaran todas las empresas estatales monopolio y lucrativas. La privatización y la desnacionalización resultaron en compras extranjeras a gran escala de amplias parcelas de fértiles tierras agrícolas y en la producción y exportación de grano por parte de los oligarcas nacionales e inversores extranjeros.

El conjunto de estas políticas que eliminaron las barreras al libre comercio, promovieron la privatización y la desnacionalización, la amplia penetración de los sectores de mercado y producción y el aumento del énfasis de la intervención estatal en apoyo de la actividad económica de intercambio extranjero orientada a la exportación, recibió el nombre de «neoliberalismo», un modelo que combinaba unas políticas socioeconómicas dirigidas y reguladas por el estado con el objetivo de aumentar la función y el poder de las élites extranjeras y nacionales a favor de la especialización de los mercados mundiales.

El ascenso de esta nueva configuración del poder durante los años 80 y 90 dictó las decisiones políticas y económicas clave en relación con las inversiones (sus asignaciones, sectores y subsectores), además de los mercados (internos y externos), productos (alimentos, combustibles, productos básicos) y precios (carteles oligopolísticos). El principio básico que guía a las clases dirigentes nacionales y extranjeras era la especialización en actividades complementarias en la economía mundial (lo que los economistas ortodoxos denominan «especialización basada en las ventajas comparativas»). La integración de las clases dominantes extranjeras y locales resultaba lucrativa y se apoyaban la una en la otra: el capital privado y los bienes de consumo fluían por sus circuitos financieros y de bienes de consumo internacionales.

Las consecuencias a medio plazo y a gran escala de esta nueva configuración del poder para la agricultura y la producción de alimentos se manifestaron en apenas algo más de una década. En la segunda mitad de la primera década del siglo XXI estalló una crisis agrícola sin precedentes: la influencia del sector de exportación agrícola de la clase dominante y la puesta en práctica de sus políticas en favor del «libre mercado» resultaron en el final del control sobre los precios y en su ascensión meteórica. Los precios reflejaron las relaciones sociales de producción y distribución: la dominación de los terrenos y las inversiones por los grandes agricultores capitalistas dio forma a los precios del «suministro» y al por mayor; los gigantes proveedores comerciales mundiales («los supermercados») fijan los precios para el consumidor directo. Se produjo «competencia» entre los productores y los distribuidores oligopólicos para ver quién podía hacerse con los precios más altos y los mayores beneficios.

Los exportadores agrícolas de la clase dominante terminaron con los subsidios para los agricultores productores de alimentos a nivel familiar y aumentaron los subsidios para la exportación para los productores de productos básicos esenciales. Los agricultores familiares se vieron en la bancarrota y sus tierras las compraron especuladores inmobiliarios (promotores autoproclamados) para usos comerciales, pistas de golf, complejos turísticos, comunidades de lujo con vallas de separación y bienes básicos para la exportación; los arrozales se convirtieron en clubes de campo; los precios del maíz y el trigo se doblaron en los diez meses que iban desde septiembre de 2007 y julio de 2008. Los beneficios engrosaron la cuenta de resultados de Cargill ( Financial Times , 15 de abril de 2008, p 21): los beneficios trimestrales aumentaron en un 86 % hasta alcanzar los 1030 millones de dólares durante el tercer trimestre que terminó el 29 de febrero de 2008. No fue sólo un caso, como dirían los ortodoxos, de aumento de la «demanda», sino del hecho de que cientos de miles de millones de dinero de los especuladores fluyeron a los mercados de bienes de consumo. En condiciones de mercados estrechamente controlados por los grandes negocios agrícolas, las reservas de grano bajaron a sus niveles mínimos en 35 años en relación a la demanda, principalmente porque los grandes agrocapitalistas quisieron limitar el suministro de alimentos y aumentar la producción de combustible, al tiempo que derivaban capital para la especulación en productos básicos. Como resultado de la influencia de la norma de los gigantes agrocapitalistas y de sus políticas de inversión y uso de la tierra, los precios medios de los alimentos aumentaron en un 45 % entre julio de 2007 y abril de 2008 y se prevé que suban un 15 % más para julio.

Atemorizados más por las protestas masivas que desbancan regímenes clientes sumisos que por la hambruna generalizada y el aumento de la mortalidad de los pobres, los líderes capitalistas de todo el mundo se reunieron en Washington en la primavera de 2008. Se quejaron de los disturbios por los alimentos, lamentaron la «pérdida del progreso de una década (sic) en África» e incluso realizaron llamamientos a la «acción». Como era de esperar, se prometieron algunos cientos de millones de ayuda alimentaria de urgencia, lo cual destruirá los últimos bastiones de agricultores a pequeña escala que producen alimentos para los mercados locales. Los regímenes neoliberales de toda Asia se vieron obligados por el temor a bloquear las exportaciones de artículos alimenticios básicos para impedir que los disturbios alimentarios se convirtieran en insurrecciones masivas: los salarios van por detrás de los meteóricos precios de los alimentos. Los regímenes neoliberales de Indonesia, Egipto, la India, Vietnam, China y Camboya prohibieron las ventas de arroz extranjero ( Financial Times , 16 de abril de 2008, p. 1). No obstante, estos gestos proteccionistas y limosnas de alimentos han obtenido escasos efectos positivos en su país y han aumentado la escasez para los importadores de alimentos. Los futuros de maíz alcanzaron un valor récord de 6,16 USD por fanega entre enero y marzo de 2008, un aumento del 30 % y la prohibición de la exportación en Indonesia aumentó el precio del arroz en un 63 % durante los tres primeros meses del año 2008.

Ninguno de los líderes mundiales reunidos en Washington y «preocupados» por el hambre, la regresión y, lo principal, las revoluciones, propuso una reforma agraria: la redistribución de la tierra a los campesinos y agricultores para la producción de alimentos. Ninguno de los líderes propuso siquiera reformas tales como los controles de precios y beneficios y la reconversión del uso de la tierra para la producción agrícola. Ninguno de estos líderes propuso la ilegalización de la especulación en futuros de bienes básicos en las bolsas de todo el mundo. No es de extrañar que el FMI «prediga» que los precios de los alimentos continuarán aumentando hasta 2010.

Los precios de los combustibles no han bajado a pesar del aumento en miles de veces de la producción de etanol. Los precios del etanol (y de los combustibles) y de los alimentos han aumentado a pesar de la expansión de la producción porque es la misma configuración de monopolio del poder la que opera en ambos sectores.

El aumento de las diferencias entre salarios y precios es un empobrecimiento por causas estructurales. Las protestas masivas, tanto en los países imperialistas como en el tercer mundo, nacen de problemas básicos inmediatos, pero sus raíces se hunden en las estructuras profundas de la economía capitalista.

Sólo los prestigiosos economistas ortodoxos sin cerebro empleados por los bancos centrales continúan cotorreando sobre «inflación subyacente» e «inflación patente», como si los aumentos en el precio de los alimentos, los combustibles, la salud y la educación no resultaran centrales para la vida cotidiana de miles de millones de vidas. Lo peor: continúan sin comprender que una inflación galopante y unos salarios estancados son factores intrínsecos en las mismas estructuras de la economía y el estado capitalistas. Lo que es absolutamente claro es la bancarrota de la teoría de la especialización en productos de exportación a expensas de la seguridad alimentaria. Lo que era una exigencia de una minoría radical se encuentra ahora como prioridad máxima en la agenda de un movimiento de miles de millones de personas.

Las personas exigen un cambio radical de las desastrosas teorías derivadas de Friedman que preconizan la dependencia de unos mercados alimentarios mundiales monopolizados a una vuelta a las políticas revolucionarias de la autonomía alimentaria.

Las explicaciones falsas de la crisis alimentaria en la prensa

Las explicaciones falsas de la crisis alimentaria en la prensa

 

Eric De Ruest

Desde hace días se suceden las manifestaciones populares en varios países del Sur. Los motivos del descontento son semejantes en todos los casos: los precios de los alimentos básicos han experimentado una fuerte y rápida subida, y las poblaciones, ya empobrecidas por la globalización, son incapaces de asumir esta carga añadida. ¡Los pueblos tienen hambre! Las causas del estallido son múltiples, pero globalmente obedecen a dos incentivos económicos. Por un lado, una especulación de repliegue sobre los géneros alimentarios tras la crisis de las hipotecas de riesgo, y por otra la producción de agrocarburantes y el calentamiento climático. Sin embargo, hay periodistas que responsabilizan en sus artículos a las autoridades africanas de las catastróficas políticas alimentarias, como si no supieran que las políticas agrícolas del Sur están sometidas a las directrices del Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional (FMI) y los Acuerdos de Asociación Económica (AAE). Quienes condicionan la opinión pública hacen gala de una ligereza sospechosamente escorada. Por ejemplo, en la prensa escrita belga leemos: «Muchos países del continente [africano] importan alimentos en vez de producirlos porque las autoridades locales dan prioridad a los cultivos de exportación para cobrar divisas que les permitan comprar lo que no producen» [1]. Curiosa síntesis. Tan curiosa como simplista, porque como quien no quiere la cosa exculpa las políticas neoliberales de privatización y planes de ajuste estructural (PAE) impuestas desde hace treinta años por las instituciones financieras internacionales y los gobiernos del Norte al resto del mundo.

Durante la crisis de la deuda de principios de los ochenta, las instituciones de Bretton Woods impusieron a los países del Sur unos PAE [2]. Estos mecanismos, ortodoxamente neoliberales, afectan a todos los sectores sociales. En efecto, para los teóricos neoliberales los beneficios de la mundialización se notarán cuando cada región produzca aquello en lo que más sobresale, dejando a las demás regiones la producción de la mayoría de los artículos que necesita. Viene a ser la teoría de las ventajas comparativas enunciada en 1817. Por ejemplo: un país especialmente apto para el cultivo del cacao debe renunciar a producir los cereales, los aceites vegetales y las legumbres necesarios para la alimentación de sus habitantes, y debe cambiar en el mercado mundial su producción por todo lo que le falta. Se tata, pues, de renunciar a los cultivos seculares y esenciales de géneros alimentarios, y a la soberanía alimentaria de los pueblos, para seguir el juego de los economistas. Un juego peligroso que no ha tardado en mostrar sus limitaciones, como se puede comprobar en sus repetidos fracasos (en Haití, Senegal, Burkina Faso…). Peligroso porque pasa por alto la destrucción de la biodiversidad en beneficio de los monocultivos de exportación, así como el impacto ecológico desastroso del transporte necesario para todas esas mercancías. Además, ¿cabe pensar, sin una política voluntarista de control de precios, que un país productor de cacahuete, cuyo precio en el mercado mundial apenas ha variado durante 20 años, podrá importar los tractores y el petróleo que necesita para mantener su producción en el mercado? Si el barril de Brent marca un máximo detrás de otro y los precios de los productos manufacturados superan con creces los del triste cacahuete, no es difícil imaginar una catástrofe, que se traduce en la ruina y la hambruna del campesinado local y la emigración inevitable de buena parte de esa población a los suburbios pobres.

¿Qué clase de teoría es esta, elaborada por círculos intelectuales pretendidamente serios, que desdeña la biodiversidad, la soberanía alimentaria de los pueblos, las destrucciones causadas por las catástrofes naturales o humanas propiciadas por el monocultivo, la esencia caótica del mercado[3] y la contaminación generalizada?

Una estrategia deliberada de transformación social a escala mundial

En su primer informe de 1999 sobre los PAE, Fantu Cheru [4] explica que van «más allá de la simple imposición de un conjunto de medidas macroeconómicas a escala interna; son la expresión de un proyecto político, de una estrategia deliberada de transformación social a escala mundial que se propone convertir el planeta en un campo de acción donde las sociedades transnacionales puedan operar a sus anchas. En resumen, los PAE sirven de correa de transmisión para facilitar el proceso de mundialización que pasa por la liberalización, la desregulación y la reducción de la función del estado en el desarrollo nacional». Reducción de la función del estado. Lo dice un relator especial de las Naciones Unidas, pero Fantu Cheru no es el único relator de las Naciones Unidas que menciona en sus informes las consecuencias nefastas de los PAE. Podemos encontrar críticas detalladas en los trabajos de otros expertos de la ONU en derecho a la vivienda, derecho a la alimentación y derecho a la educación [5], ámbitos en los que las instituciones financieras internacionales imponen la privatización para dejar vía libre al apetito insaciable de las multinacionales. Los gobiernos de los países del Sur (de África en particular) [6] se han visto obligados a aceptar los PAE y ceder buena parte de su soberanía a causa de una deuda contraída por dictaduras o con sus potencias coloniales (una cosa no excluye la otra) y transferidas a los estados independizados. Por lo tanto, afirmar que los gobiernos del Sur tienen capacidad para tomar decisiones estratégicas sobre la alimentación denota una falta de honradez intelectual, o al menos una falta de información, indigna del periodismo que cabe esperar en democracia. Echarles la culpa a los africanos es un gran embuste que no ayuda precisamente a crear un clima fraternal entre los pueblos.

Un ejemplo para entender las consecuencias negativas de los PAE: Haití

Los motines que han estallado hace poco en Puerto Príncipe y otras ciudades haitianas han acabado en un baño de sangre. En total, unos cuarenta heridos, catorce de ellos por arma de fuego, y por lo menos cinco muertos. Sin embargo, estas manifestaciones eran el resultado previsible de una brusca subida del precio del arroz (del orden del 200 %). Si el 82 % de la población vive en condiciones de precariedad absoluta, con menos de dos dólares diarios, no debe extrañar semejante reacción ante el aumento de precio. Haití gasta el 80 % de sus ingresos por exportación en importar géneros para cubrir sus necesidades alimentarias [7]. Pero no siempre ha sido así. Antes de que los Duvalier padre e hijo extendieran su manto de plomo dictatorial (de 1957 a 1986), el país se bastaba a sí mismo para alimentarse. Pero también aquí se confirmó la propensión de las instituciones financieras internacionales por las dictaduras, y el pueblo haitiano, además de los sufrimientos personales (torturas, ejecuciones sumarias, clima de terror permanente creado por los tontons macoutes) tuvo que apechar con una deuda externa que en septiembre de 2007 ascendía a 1.540 millones de dólares [8]. El sector agrícola es el que acusa más duramente las exigencias de los acreedores, y como la mayoría de la población es rural las consecuencias han sido graves. ¿El origen? Sobre todo en la rebaja de los aranceles impuesta a los países del Sur, pero pocas veces respetada por Europa y Estados Unidos. Así es como se ha producido el encadenamiento fatal: llegada de un arroz producido en el extranjero a menor coste (por estar subvencionado), éxodo a las ciudades de muchos campesinos arruinados e imposibilidad de reacción del mercado local ante la fuerte subida de precios en el mercado internacional. Aquí, como en otros lugares, los beneficios de la liberalización son inexistentes para la mayoría de la población y, por el contrario, los perjuicios son graves.

Un tsunami de origen demasiado humano

Cuando los bomberos pirómanos pontifican, la prensa se apresura a difundirlo. Todos los periodistas europeos citan al unísono la frase poco feliz de L. Michel [9]: «Un tsunami económico y humanitario». Se diría que la crisis tiene una causa extrahumana, semejante a una catástrofe natural. Sin embargo, como hemos explicado antes, las causas de la crisis son el resultado de unas políticas dictadas por los medios financieros a los gobiernos del Sur. Una de las causas de la crisis es también nuestra voracidad energética. Los agrocarburantes compiten en el mercado con los géneros alimentarios. La especulación creada en torno a este alimento transformado en carburante empuja los precios de los cereales y el azúcar hacia nuevos máximos. Hasta Peter Brabeck, presidente de la multinacional Nestlé, se muestra preocupado por la situación en una entrevista concedida al periódico suizo NZZ am Sonntag del 23 de marzo de 2008. Según dice, si se pretende cubrir el 20 % de la demanda petrolera con agrocarburantes, no habrá nada que comer [10].

Ha llegado, pues, el momento de abandonar este modelo nefasto de (sub)desarrollo y dejar que las poblaciones cultiven prioritariamente para su mercado interior. Actualmente, con los conocimientos adquiridos en el ámbito de una agricultura respetuosa con el medio, podemos plantearnos la autonomía alimentaria en todo el planeta y hacer valer un derecho humano fundamental, el de estar bien alimentado. Las consecuencias positivas no se dejarían esperar, primero en la salud de las personas y luego en la educación, con una mejora de la calidad de vida en todas las latitudes.

Notas

1. La libre Belgique, artículo de M.F.C. (con AFP y Reuters), jueves 10 de abril de 2008, p. 4.

2. Véase E. Toussaint, La finance contre les peuples: La bourse ou la vie, , cap. 8, p. 187 coedición Syllepse/CADTM/CETIM, 2004.

3. Benoît Mandelbrot ha ideado, desarrollado y utilizado una nueva geometría de la naturaleza y el caos. Menos conocido es que la geometría fractal es el fruto de los estudios económicos de Mandelbrot durante los años sesenta. Para más información, véase : Fractales, hasard et finance, de Benoît Mandelbrot, 1959-1997 (traducción de A. García Leal, Fractales y finanzas: una aproximación matemática a los mercados: arriesgar, perder y ganar, Tusquets, 2006).

4. Experto independiente de la antigua Comisión de Derechos Humanos de la ONU (sobre los efectos de los PAE en el ejercicio efectivo de los derechos humanos – informe E/Constantinopla.4/1999/50 del 24 de febrero de 1999).

5. Véase el opúsculo editado por el CETIM Dette et Droits Humains, diciembre de 2007.

6. Por ejemplo, en Congo, el 30 de junio de 1960, día de la independencia, la deuda directa ascendía a 921.096.301,44 dólares (Tomado del artículo de Dieudonné Ekowana).

7. Lo que deja poco margen para todo lo demás, que sin embargo es necesario para el desarrollo del país. El dúo infernal FMI/BM no ha podido alardear de ningún éxito de sus políticas en este país.

8. Según el Banco Mundial y la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Crimen, Bébé Doc malversó entre 300 y 800 millones de dólares.

9. Comisario europeo de Cooperación y Acción Humanitaria.

10. Lo mismo que el todavía primer ministro italiano Romano Prodi, escéptico sobre los beneficios de los agrocarburantes y alarmado por el efecto negativo que puede tener este sucedáneo del petróleo en la producción de alimentos.

Recesión en los Estados Unidos

Recesión en los Estados Unidos

Su crisis y algo más

Por: Nelson Soza Montiel

Ya pocos dudan de que la recesión en los Estados Unidos no está a la vuelta de esquina. La única interrogante es saber si será como la Gran Crisis de 1929 o una más suave de sólo cinco o seis años. Lawrence Summers, ex ministro de Hacienda bajo el ex Presidente Bill Clinton, piensa que los efectos adversos de ésta podrían durar más de una década. Otros ruegan al cielo porque la ‘locomotora china’ no se resienta con la merma del poder adquisitivo de los consumidores estadounidenses y pueda arrastrar el tren de la economía mundial al menos durante un par de años.

Muy pocos (el FMI entre ellos) siguen apostando a que sólo se trata de ‘un período más prolongado de crecimiento disminuido’.

Para Alan Greenspan, ex presidente de la Reserva Federal (Banco Central) de los EEUU, la probabilidad de que su país entre en recesión está ‘claramente aumentando’ y el crecimiento económico se ‘está acercando a la velocidad (mínima) de sustentación’. Y su sucesor, Ben Bernanke, admite que la economía del país enfrentará ‘una aguda deceleración por la contracción del mercado de la vivienda’ y un ‘aumento inflacionario por precios mucho más elevados del petróleo y por la debilidad del dólar’.

El lento crecimiento de los empleos, la escasez de crédito comercial, la depresión de los precios de las viviendas, la caída de la producción industrial y la turbulencia en Wall Street sugieren que la economía ya ha entrado en una recesión o el riesgo de que comience pronto excede del 50 por ciento.

La recesión se presenta como peor que las precedentes. Su profundidad y extensión dependen de la Reserva Federal: puede oponerse a la caída de los mercados y reducir drásticamente las tasas o hacerse a un lado y dejar que caiga quien caiga -caso en el que la recuperación sería más rápida.

Pero también depende de lo que hagan (o no hagan) los bancos centrales e inversionistas de todo el mundo con sus reservas de dólares antes de que éstos pierdan aún más valor. Nadie quiere desatar una estampida, pero tampoco nadie quiere tener las cámaras llenas del dinero del Tío Sam.

Sin embargo, el futuro del dólar como la moneda preferida del mundo y la próxima recesión no lo son todo. Más bien son los síntomas del desplome del sistema bancario moderno actual y de la emergencia de una ‘reingeniería financiera’ que extirpe la existencia de instrumentos de inversión sustentados no en la economía real, sino que en la mala fe de unos y en la ingenuidad de muchos.

El peor de los escenarios

Ni los efectos directos de la crisis de los préstamos hipotecarios de alto riesgo (subprime) han terminado de digerirse ni todavía se producen todos los rebotes de la misma dentro y fuera de los EEUU La estanflación (el cóctel de inflación con cero crecimiento) es el peor de los escenarios para George Bush, los nueve billones de dólares que su país adeuda al extranjero y una moneda que sigue derrumbándose.
El Balance Económico de América Latina divulgado este mes por la CEPAL dice que los riesgos de desaceleración de la economía estadounidense se basaban en tres factores: las caidas del precio de las propiedades, del consumo de los hogares y de la construcción de viviendas; los efectos de la crisis de las subprimes sobre la valoración del riesgo y el funcionamiento de los mercados de crédito, y la merma de los créditos respaldados por el valor de las propiedades y de las refinanciaciones de hipotecas.

Todas y cada una de esas condiciones parecen estarse dando: al menos dos millones de propietarios perderán sus viviendas en los EEUU en los meses próximos cuando sus hipotecas sean ejecutadas por impagos, la confianza de los consumidores tambalea, el mercado de la construcción se desmorona y el capital extranjero huye en busca de mejores condiciones.

Dada la interconexión de los mercados financieros, las expectativas de una recesión podrían retroalimentarse unas a otras: si los inversionistas terminan de convencerse de que es inminente, nada los obligará a prestar un dinero de recuperabilidad incierta. La crisis de confianza tiene un segundo ingrediente: nadie sabe a quiénes correrán (ni cuánto suman) las pérdidas. Se suponía que un ícono de las finanzas estadounidenses como el Citigroup no tendría decenas de miles de millones de dólares expuestos a los subprime. Pero resultó que sí los tenía.

La duda no está sólo en saber cuántos bancos deberán utilizar el salvavidas de la Reserva Federal para evitar la quiebra, sino en cuánto caerán sus títulos cuando las pérdidas forzosas de los bancos comprometidos trasciendan al público.

La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico ha valorado en US$ 330 mil millones las pérdidas bursátiles de las entidades financieras provocadas por las turbulencias en los mercados causadas por desplome de los subprime en los EEUU.

La Reserva Federal rebajó nuevamente -a medados de diciembre- las tasas de interés para inyectar morfina a los bancos e inversionistas. Y probablemente deberá seguirlo haciendo en 2008 para atenuar las penurias de la recesión. Pero ello precipitará nuevos derrumbes del dólar y disparará los precios de los alimentos o la gasolina. Y servirá de nada para amortizar los pagos de hipoteca atrasados o eliminar de los balances bancarios los miles de millones de dólares en créditos de difícil recuperación.

También convino con otros cuatro bancos centrales (de Europa, Inglaterra, Canadá y Suiza) efectuar cuatro subastas por un total de US$ 40.000 millones -aunque podría ser mucho más- para que los bancos comerciales puedan seguir prestando a empresas y consumidores.

En la tercera semana de diciembre la Comunidad Europea dispuso una línea crediticia equivalente a US$ 500 mil millones para los bancos del continente -dineros que se suman a los US$ 600 mil millones que la Federal y -en menor medida- el Banco Central Europeo ya inyectaron a sus respectivos sistemas financieros. Estos enormes recursos servirían para aceitar una maquinaria imposibilitada de seguir otorgando créditos y de pagar a sus acreedores. ¿Cuántos de ellos han sido efectivamente utilizados, cuánto de ello serán recuperables, cuántos más serán necesarios para evitar eventuales quiebras y por cuánto tiempo deberán los Estados asumir el salvataje de un sistema cuyos engranajes (inversionistas, bancos, agencias clasificadoras de riesgo) idearon e implementaron una maquinaria esencialmente especulativa?

Pero la demanda creciente de liquidez y la preocupación de los oferentes de créditos sobre los riesgos de una desaceleración económica que afecte la calidad de estos pueden dar lugar a un agravamiento de las restricciones crediticias y funcionar como una profecía auto-cumplida que invalide los esfuerzos de los bancos centrales.

Otra crisis ad portas

Según la Universidad de Michigan, la confianza de los consumidores está a su nivel más bajo desde el comienzo de la guerra de Irak debido a la incertidumbre sobre los precios del petróleo, los problemas permanentes en el mercado de la vivienda y la mayor inflación. No puede ser bueno para una economía cuyo 72% del PIB proviene de gastos de consumo y donde los niveles de endeudamiento con ‘dinero plástico’ están copados y amenazan una crisis al menos de similares características a la de los subprimes.

El consumidor estadounidense ha terminado por llegar al límite de su capacidad: ya no puede recurrir al valor de su casa para conseguir un crédito rápido y tiene al límite su stock de ‘dinero plástico’.

El endeudamiento con tarjetas de crédito es la siguiente preocupación creciente de los bancos. Tras largos años de seductoras promociones, los consumidores estadounidense adeudan la asombrosa suma de US$ 915.000 millones, ya no pueden abonar ni siquiera el mínimo y los incumplimientos de pagos se acumulan a un ritmo récord.

La cesación de pagos del mercado de tarjetas de crédito tiene un potencial casi tan destructivo como el de la debacle inmobiliaria: la deuda de las tarjetas de crédito fue traspasada a inversionistas del mercado secundario (fondos de pensión, fondos de alto riesgo). Y no pasará mucho antes de que el mercado de valores nuevamente se resquebraje cuando deba elevarse el nivel de riesgo de los bonos respaldados por tarjetas de crédito.

Pocas certezas, muchos riesgos

El más reciente informe del FMI asegura que los riesgos están decididamente en baja. Pero a renglón seguido admite que podría sobrevenir una mayor desaceleración global si recrudecen las presiones inflacionarias, persiste la volatilidad de los mercados petroleros, se acentúa la emigración de divisas extranjeras a los mercados emergentes y se agudizan las presiones sobre los mercados financieros.

Con unos precios del crudo cercanos a los US$ 100 por barril y un mercado petrolero mundial muy ajustado, cualquier problema de suministro o mayores preocupaciones geopolíticas (y allí están la guerra de Irak, las tensiones de EEUU con Irán y Venezuela, el Medio Oriente) podrían provocar mayores precios del petróleo y nuevas presiones inflacionarias.

A su turno, la creciente volatilidad de los mercados financieros y el peligro de que sus efectos se extiendan a otras áreas del mercado financiero genera dudas sobre la posibilidad de que continúe la bonanza externa que favorece a América Latina.

La Cepal dice que una desaceleración de la economía estadounidense no es necesariamente negativa para la economía mundial. Pero deja todo librado a las características del ajuste: si éste es lento y gradual, podría contribuir a la estabilidad del crecimiento global; si en cambio es un aterrizaje brusco, podría ser un factor ‘profundamente desestabilizador’.

El economista neo-keynesiano y profesor de la Universidad de Princeton Paul Krugman -uno de los más fieros detractores de la administración Bush- se inclina por lo último: los EEUU se dirigen a un aterrizaje brusco y están arrastrando consigo al resto del mundo.

Lawrence Summers escribió hace poco en el Financial Times: ‘Hace tres meses era razonable esperar que la crisis de los subprime no sería una amenaza para el modelo global de crecimiento económico. Esto es todavía posible, pero ya no lo más probable. Incluso si se implementan los cambios políticos necesarios, los EEUU sufrirán una recesión que ralentizará significativamente el crecimiento a escala global. Existe además el riesgo de que impactos adversos se sientan más allá de esta década’.

EEUU es el principal comprador de China, y ésta es a su vez el principal importador de petróleo y materias primas de los países ‘emergentes’: si Washington reduce sus importaciones, su impacto se proyectará inevitablemente sobre China, que a su vez mermará su demanda de bienes desde los ‘emergentes’.

La última previsión del Banco Asiático de Desarrollo dice que el crecimiento económico de China sería de 11,2% en 2007 y 10,8% en 2008. Pero -nuevamente- condicionado a que el petróleo no siga subiendo.
También podría resentirse la solidez de la economía europea. En siete años el dólar ha perdido un 82% de su valor frente al euro. Siendo un área económica grande y con un tipo de cambio flotante, las exportaciones de la euro-zona han sido fuertemente afectadas -provocando serias disputas de comercio con los EEUU Y nuevos declives del billete verde como consecuencia del último recorte de las tasas de interés por la Reserva Federal auguran más problemas para la economía comunitaria.

La FED ya prohíbe a los bancos ofrecer cualquier tipo de préstamo sin escatimar la capacidad del ciudadano de amortizar la deuda, aparte de hipotecar su casa. El norteamericano medio está súper endeudado a través del uso compulsivo de las tarjetas de crédito y la cifra que se maneja es que cada familia estadounidense está endeudada por el mayor consumo en los 10.000 dólares.

El negocio de los medios

El negocio de los medios

Por: Alberto Moncada

El negocio de los medios de comunicación está no tanto en proporcionar información y entretenimiento a sus clientelas como en vender lectores y audiencias a los anunciantes. Eso explica la preponderancia actual del entretenimiento, el que las noticias, los comentarios, los programas tiendan a ser ligeros, amenos, incluso morbosos porque para alcanzar al mayor número de personas hay que descender al mínimo común denominador intelectual.

La influencia de la publicidad en nuestras vidas empieza cada vez, con mensajes publicitarios dirigidos a los niños en la televisión e incluso en la escuela. Una parte de la contracultura de los años sesenta fue el cambio pedagógico. 'La letra con sangre entra' debía ser sustituida por el instruir deleitando. La educación basada en el sacrificio debía dar paso al aprendizaje placentero. Esta tendencia se basa en un mayor respeto por el menor, en un reconocimiento de sus derechos, incluidos el derecho a la espontaneidad, al goce de la infancia y la adolescencia. La contracultura educativa tenía otros componentes, la educación para la liberación política, para la democratización pero la parte que más caló en el curriculum occidental fue la primera.

Casi al mismo tiempo los menores comenzaron su largo aprendizaje televisivo. Primero en Estados Unidos y Japón y después en todo el mundo, empresas cinematográficas se especializaron en el entretenimiento infantil, tebeos convertido en telefilmes y remodelados para su mayor disfrute. La televisión empezó a competir con la escuela, a transformar los hábitos de aprendizaje y a quitar tiempo al trabajo de los alumnos. Aún no sabemos sus consecuencias aunque muchos expertos creen que se está generando un cambio cualitativo en la manera de aprender, de memorizar, de pensar, en razón de esa mezcla de entretenimiento e información que es el contenido habitual de los programas televisivos. La industria publicitaria ha entrado en la escuela con el proyecto Channel One. La empresa “Channel One” regala a las escuelas televisores y parabólicas a cambio de que los alumnos vean obligatoriamente un telediario de veinte minutos con tres de anuncios. Su expansión por el sistema educativo americano va en aumento y pronto llegará a Europa. Igualmente la empresa “Zap Me”, regala ordenadores con acceso gratuito a Internet pero el alumno no puede librarse de los anuncios de la página de acceso. Pero el asunto afecta también a los adultos.

A veces se acusa al mundo académico de tener una actitud despreciativa hacia el entretenimiento televisivo, como si fuera algo degradante para la condición humana. Y en ese sentido se le equipara al mundo eclesiástico con su juicio negativo del placer. La generación de la guerra y de la postguerra, crecidas en la economía de la escasez, recibieron el mensaje de que el sacrificio era fundamental y que una vida de sacrificio daría paso a otra de satisfacciones… después de la muerte. En realidad tal planteamiento iba contra el carácter risueño y vitalista de la cultura sureña, como una manera de disciplinarla para el trabajo. Los sureños han tenido mala opinión del trabajo. Se le consideraba una cosa inevitable, especialmente diseñada para los que carecían de medios y no podían organizar sus vidas en torno a la más distinguida cultura del hidalgo. Hizo falta que llegaran los americanos para que entre ellos y los estrategas del Opus convencieran a la clase media emergente española de la legitimación social por el trabajo, del orgullo de la tarea bien hecha, algo antes reservado a los artesanos y a los artistas. Pero, por debajo, la cultura popular sureña ha inventado muchas maneras de hacer frente a lo inevitable y organizar la fiesta como una alternativa a la obligación. O al menos como un escape de ésta. Cuando llega la televisión la cultura popular la incorpora como algo relativamente barato y que no requiere mucho esfuerzo. La televisión ha sido, además, la solución para los días y las noches de tantos mayores incapaces de otras actividades y ha significado un gran remedio a las escaseces del mundo rural.

Pero su riesgo es infantilizar a la gente, que los adultos la utilicen, al igual que los niños, como una experiencia vicaria, sustitutiva de la propia, una serie de imágenes e historias que nos evitan pensar o, más bien, nos hacen pensar sólo en distraernos. En ese sentido tiene ese referido efecto narcotizante y se convierte en el gran obstáculo para estar educados e informados para la vida adulta, en suma, para ejercer la ciudadanía.

La televisión, progresivamente, ha contaminado a los otros medios de comunicación. La información, hasta entonces elaborada en periódicos y revistas, se popularizó en la radio y se fue convirtiendo en entretenimiento cuando la televisión empezó a hacer más comerciales sus espacios informativos. La tradicional separación entre información y publicidad se rompió a impulsos de la búsqueda del beneficio a corto plazo.

La educación, la información y el entretenimiento son tres grandes industrias contemporáneas en expansión. La primera porque la escolarización empieza desde cada vez más temprano en la vida de las personas y se prolonga cada vez por más tiempo. A ello se une esa reconversión de habilidades que todos necesitamos una o varias veces en nuestra biografía profesional. La información es la primera materia prima de la economía contemporánea. Sin información no funcionan las máquinas ni los sistemas y la información es la base de cualquier estrategia política o mercantil. El conseguir información relevante forma parte de la condición ciudadana. El entretenimiento es la actividad colectiva que más ha crecido en los últimos quince años, habiendo superado a las armas como primera cifra de exportación de la economía norteamericana. Aumenta el tiempo libre, voluntario y forzoso, en el territorio OECD y la industria del entretenimiento, en sus diversas manifestaciones, subraya hoy el índice de vida de los países y de las personas.

Las tres industrias poseen un alto grado de innovación tecnológica lo que las hace muy propias para la inversión así como contenido preferido de las apetencias de las grandes corporaciones. Sesenta y ocho de las quinientas personas más ricas del mundo tienen inversiones en estos negocios y no hay grupo financiero importante que no participe en ellos. Bastantes empresas son activas a la vez en la información y el entretenimiento y participan, directa o indirectamente, en sectores de la educación, como el negocio editorial. Las luchas al respecto entre corporaciones y países, entre Europa y Estados Unidos tienen una connotación ideológica que recuerda la vieja contienda entre la Iglesia y el Estado por el control del pensamiento.

La educación, la información y el entretenimiento están recorridos por oligopolios de diversos perfiles y son susceptibles de las más variadas manipulaciones al servicio de los intereses que las patrocinan o apetecen. La principal manipulación, y la principal convergencia, entre los tres sectores es su paulatina transformación en un sistema global de información y entretenimiento, dominado por multinacionales multimedia, estratégicamente aliadas con los epicentros del poder económico y político.

La tendencia a la comercialización, la concentración y la transnacionalidad de los medios de comunicación tiene su centro estratégico en los Estados Unidos y desde ahí se difunde por el resto del mundo, debilitando cada vez más el sector público correspondiente y, por supuesto, su fiabilidad. La historia reciente en España nos prueba su subordinación creciente al modelo americano y a la hegemonía de los productos 'made in USA' como fundamento de la cultura popular.

Los medios de comunicación son cada vez más parte del entramado económico, en un mercado cada vez más global y en el que el poder financiero impone sus reglas. Ello favorece un cierto modo de democracia, la democracia mediática, término que designa esa convergencia entre educación, información y entretenimiento que favorece la transformación del ciudadano en consumidor y convierte a las elecciones políticas en una oferta publicitaria, destacando los aspectos más personas y morbosos de la actividad pública.

Este sistema global favorece a los poderes de dos maneras. La primera es la función narcotizante de la televisión. Decía Berlusconi que bastante harta llega la gente a su casa, harta del tráfico, del trabajo, de sus jefes, para que nosotros le compliquemos la vida desde la pequeña pantalla. Y años después, Emilio Azcárraga, el poderoso dueño de Televisa, afirmaba: La mayoría de los mexicanos llevan una vida muy jodida y la va a seguir llevando. Por eso, nosotros tenemos que endulzársela”. El factor entretenimiento llega hasta los mismos telediarios.

“Cuanto más televisión ves, menos te enteras de lo que pasa”, es el título de un libro reciente. Con los medios audiovisuales tenemos un exceso de información sobre las cosas más inverosímiles… menos las verdaderamente importantes y, además, recibir tanta información y a tanta velocidad, nos impide su digestión, ponerla en un contexto esclarecedor. Hay mucha información pero cada vez menos análisis. Pero la segunda manera de favorecer a los poderes es la censura.

La censura siempre ha existido. Todos los poderes han querido no solo controlar la realidad sino su interpretación. Todos los poderes requieren, en algún momento de su ejecutoria, que se haga silencio sobre ella, como manera de conseguir esa impunidad que necesitan con harta frecuencia. Los poderes tratan de que no se publiquen las noticias que les perjudican. Y si no hay más remedio tratan de darles la vuelta, en ese arte del “spin”, del maquillaje de la información, que es hoy una asignatura de tantos curricula periodísticos. Tal y como funciona la manipulación mediática, más de la mitad de los licenciados consiguen trabajo en gabinetes de imagen, en relaciones públicas, en suma, en el arte de la manipulación. Y en las redacciones, se ha roto la separación entre información y publicidad, corrompiéndose, siempre en beneficio de ésta, el decir la verdad sobre productos y servicios, públicos y privados.

Hoy hay tres clases de periodistas, los mandarines, “pundits” en inglés, que forman parte del poder, se reúnen, comen y se divierten con los poderosos. Son su apéndice mediático. Luego están los redactores de a pié, con contratos cada vez más precarios, y en medio, los capataces de la redacción, especialistas en lo que se puede o no se puede decir en cada caso. Como muchas empresas son multimedia, el mensaje, las consignas, se guisan en un solo lugar y se trasmiten a cada medio. Semejante manipulación dificulta el periodismo de investigación, sobre todo en la información económica. Bastantes escándalos empresariales han estallado de golpe, en perjuicio de tantos inversores y clientes, sin que antes se haya dicho nada sobre cómo se estaban fraguando.

La manipulación mediática es la última versión del “panem et circensem” y, como ella, convierte e los ciudadanos en consumidores, en clientes. O en algo peor.

Dos pajaros de un Tiro (Serrat y Sabina)

Concierto en Vivo

 

La pobreza en Estados Unidos y Europa

La pobreza en Estados Unidos y Europa

Hedelberto López Blanch

La primordial característica de Estados Unidos y Europa ha sido que a lo largo de sus historias se han dedicado a saquear las riquezas de otras naciones del mundo para enriquecerse y desarrollar a sus países, al mismo tiempo que sus víctimas se empobrecían.

El coloniaje europeo impuesto en Africa, Asia y América Latina le permitió a los opresores, acumular abundantes capitales que beneficiaron a sus economías, mientras el naciente imperio norteamericano continuaba esos pasos, y a la par, junto al viejo continente, creaba compañías transnacionales que succionaban (y aun lo hacen) las riquezas de terceros países.

Pese a todo ese constante latrocinio, ocurre que en Estados Unidos existen actualmente 36,5 millones de pobres y en los países de la Unión Europea la cifra se ubica en 78 millones de personas.
La políticas neoliberales y de exclusión social han provocado que en esas ricas naciones, una inmensa cantidad de habitantes se encuentren desamparados y desatendidos.

En la UE, la pobreza, estimada sobre la base de ingresos inferiores a los 2 dólares por día, afecta al 21 % de la población, mientras el 5 % sufre a causa de la inseguridad alimentaria, señaló Jacques Diouf, director general de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO).

Como es lógico, esos porcentajes son más bajos que en la mayor parte de las otras regiones del globo, pero las variaciones de país a país son muy importantes.

Para el director general de la FAO entre los factores que han contribuido al aumento de la pobreza en los últimos quince años, aparecen la eliminación de los sistemas de planificación centralizada y su paso a la economía neoliberal, la disminución de los programas sociales en beneficio de las privatizaciones, el descenso de la producción agrícola y agroalimentaria, y el paro laboral.

Datos de la oficina estadística de la UE, Eurostat, revelan que un 16% de la población europea malvive o sobrevive en la sombra de la imagen "idílica" que las autoridades comunitarias proyectan al exterior.
Como siempre ocurre en estos casos, los grupos sociales más amenazados por la pobreza en la UE son los desempleados, los padres solteros (especialmente las mujeres), las personas mayores los inmigrantes y las minorías étnicas.

Por ejemplo, los inmigrantes, cuya mano de obra es fundamental en esos países para las actividades agrícolas y los servicios, tienen que enfrentarse a numerosas barreras a la hora de integrarse en un país, sobre todo en cinco áreas: empleo, vivienda, salud, educación y participación en la vida pública.
Ellos sufren toda clase de discriminación: no pueden acceder a numerosos puestos de trabajo en empresas, el salario es mucho menor al de un nacional, no tienen derecho a seguro social, deben vivir en casas y zonas determinadas, entre otras muchas limitantes.

En cuanto a Estados Unidos, la situación es peor. Cifras del Buró de Censos, revelaron que uno de cada ocho habitantes vive por debajo del umbral de pobreza, lo que equivale a 36,5 millones de personas.
La desatención se hace más evidente entre los niños y jóvenes menores de 18 años: el 17,4%, o sea, 12,8 millones se ubican en ese funesto índice.

El Buró del Censo añade que en el país hay 5 000 000 más de pobres que hace seis años, y el ingreso promedio es 1 000 dólares inferior al que había en 2000, sin contar la gran depreciación que ha tenido en dólar en los últimos tiempos.

En contraposición, el diario The New York Times informó que la política económica llevada adelante por la administración de George W. Bush ha posibilitado que el único segmento de la población cuyos ingresos en 2006 eran superiores a los de 2000 fueran los hogares del 5% más rico del país.
El NYT añade que “el botín del crecimiento económico de la nación del pasado lustro ha fluido casi exclusivamente a los ricos y a los extremadamente ricos, dejando poco para los demás”
Otro escalofriante dato aportado por el Censo es que 47 millones de estadounidenses carecen de seguros de salud y por tanto no tienen derecho a enfermarse. Ese índice se incrementó 2 200 000 entre 2005 y 2006, y continuará creciendo debido a los elevados costos de salud, el poco apoyo del gobierno a los programas sociales y a la reducción o eliminación de seguros que las empresas ofrecían antes a sus trabajadores.

Peor aún, el número de menores de edad (de 0 a 18 años) sin seguro médico aumentó en 700 000 entre 2005 y 2006 para alcanzar un total de 8.7 millones de niños. Los menores constituyen 25 % de la población, pero 35 % de los pobres.

Una ley propuesta recientemente en el Congreso para beneficiar a millones de niños con el seguro médico, fue vetada por el presidente Bush. La iniciativa consistía en gravar con mayores impuestos a los cigarrillos y las bebidas alcohólicas para que con esas recaudaciones el gobierno aportara más a los seguros de salud.

Bush planteó que con esa ley las compañías aseguradoras privadas se verían afectadas pues los habitantes se acogerían a los beneficios proporcionados por el Estado que tendría que aportar sumas millonarias.

En conclusiones, la pobreza en Estados Unidos y en algunos países de la Unión Europea fluye con fuerza pese a la propaganda a favor de las bondades del sistema neoliberal y de privatización.

Imagina la paz

Imagina la paz

 

Amy Goodman

John Lennon habría cumplido 67 años de edad la pasada semana de no haber sido asesinado en 1980, por un fanático con problemas mentales. En el aniversario de su natalicio (9 de octubre), la pacifista Yoko Ono –quien es además su viuda-, hizo realidad un sueño que ambos habían compartido, al dejar inaugurada en Islandia la torre “Imagina la Paz”. La obra está formada por un pilar de luz que emerge de un pozo de los deseos, rodeado de la frase “imagina la paz”, escrita en el suelo en 24 idiomas.

En estos tiempos, el legado de Lennon ha cobrado aun mayor relevancia, pues fue su oposición a la guerra de Vietnam la que le convirtió en blanco del espionaje de la administración Nixon. De igual manera, los detalles del programa de la administración Bush para interceptar conversaciones telefónicas y correos electrónicos sin una orden judicial, así como la participación del Pentágono en casos de espionaje domestico a grupos de inmigrantes provocan escalofríos.

Ono, quien creciera en Japón, concibió la idea de la torre en los umbrales de su relación con John Lennon. Ella me dijo en una ocasión: “Es por esos recuerdos de lo que yo sufrí durante la Segunda Guerra Mundial, que el verdadero significado de atravesar por una guerra está tan presente en mí”.

Más tarde añadió: “Tuve la idea de construir una torre de luz y a John le encantó; sería una torre de luz que emergería sólo de vez en vez. Le gustó tanto la idea que en 1967 me invitó por primera vez a su casa, yo pensé que era para una fiesta o algo similar; pero, no, era un día bastante tranquilo y me dijo: “… bueno en realidad te he invitado porque quería saber si podrías construir el faro en mi jardín.” Yo le respondí riendo, que no, que de ninguna manera, que era solo una idea conceptual y que no sabría como construir nada… pero ese fue el momento en que el quiso esta torre, y ya hace 40 años”.

Hace 40 años, mientras la joven pareja se tornaba más activa dentro del movimiento contra la guerra de Vietnam; el FBI, bajo la dirección de J. Edgar Hoover, dedicaba enormes recursos a la persecución de los críticos a la guerra, quienes en su mayoría se dedicaban a la disensión dentro del marco legal. Este programa de contrainteligencia del FBI, conocido como COINTELPRO, se dedicó a espiar, infiltrar y subvertir durante décadas, a grupos progresistas domésticos.

Lennon fue un pacifista, seguidor de la tradición de Mahatma Gandhi y Martin Luther King Jr. Mientras el movimiento en contra de la guerra se radicalizaba, Lennon y Ono contrajeron matrimonio y utilizaron su luna de miel para efectuar un público llamado por la paz. Ellos decidieron pasar en cama una semana, sabiendo que tal acción atraería los medios de prensa mundiales. Los recién casados se aseguraron de que su llamado por la paz fuera escuchado y de que la palabra “Paz” fuera incluida en cada fotografía. Ellos lanzaron, además, una campaña de afiches y murales con la frase, “La guerra se termina si tu quieres”, acciones como estas, optimistas y dotadas de gran creatividad fueron consideradas como un peligro por la administración Nixon.

Su participación en el movimiento estadounidense contra la guerra, se tornaría aún más activa, y para el año 1971 planeaban realizar una enorme gira de conciertos que llamarían “get-out-the-vote” para contribuir a derrotar a Nixon. Nixon y Hoover redoblaron su campaña para neutralizar a Lennon.

El FBI incrementó la vigilancia y el acoso sobre Lennon hasta el punto de intentar expulsarle del país. La CIA, monitoreó sus actividades, tal y como revelan algunos documentos recientemente desclasificados. El senador archiconservador, Strom Thurmond escribió un memorando secreto donde incitaba al entonces Fiscal General de los EE.UU ,John Mitchel, a proceder a su deportación. Lennon logró derrotar el intento de expulsarle del país y en el año 1980 sacó su álbum “Double Fantasy”, con el cual demostraría una vez más, su magistral creatividad, a sólo unas semanas de ser asesinado.

Las revelaciones sobre las escuchas telefónicas y la vigilancia por parte del gobierno continúan apareciendo en la actualidad. La compañía Verizon acaba de reconocer ante el Congreso, que en más de 94.000 ocasiones, ha suministrado informaciones sobre clientes al gobierno, desde el año 2005. La Unión Americana de Libertades Civiles, ha expuesto el contubernio del Pentágono con el FBI para burlar la ley y obtener información financiera y crediticia de personas en los EE.UU. Yo le pedí a Yoko Ono que comparara a las administraciones Nixon y Bush, a lo que ella respondió, “Yo no estoy muy interesada en los profesionales de la política, siempre he creído que podemos cambiar el mundo a través de movimientos de masas, es algo muy importante que es posible hacer. Esta es la primera vez que me percato de que el respeto que siento por América se debe a la gran cantidad de norteamericanos que tratan de desplazar el eje del mundo hacia la paz”.

Roberto Bolaño

Roberto Bolaño

De a poco, bien por lo bajo pero con suma dignidad, el chileno Roberto Bolaño puede afirmar que es uno de los escritores más relevantes de la Latinoamérica actual. No tan erudito y performer como Ricardo Piglia, ni tan descabellado e iluminado como César Aira, sus historias viven con un ojo en el mundo de la literatura y otro en los fragores de la vida cotidiana.

Nacido en Santiago de Chile en 1953, Bolaño ha llevado una existencia bastante trashumante. A los 15 años estaba viviendo en México, donde comenzó a trabajar como periodista y se hizo trotskista.

En el 73 regresó a su país y pudo presenciar el golpe militar. Se alistó en la resistencia y terminó preso. Unos amigos detectives de la adolescencia lo reconocieron y lograron que a los ocho días abandonase la cárcel.

Se fue a El Salvador: conoció al poeta Roque Dalton y a sus asesinos. En el 77 se instaló en España, donde ejerció (también en Francia y otros países) una diversidad de oficios: lavaplatos, camarero, vigilante nocturno, basurero, descargador de barcos, vendimiador. Hasta que, en los 80, pudo sustentarse ganando concursos literarios.

A fines de los años 90 la suerte empezó a estar de su lado: Los detectives salvajes (1999) obtuvo el premio Herralde y el Rómulo Gallegos, considerado el Nobel de Latinoamérica, que alguna vez se llevaron a sus casas García Márquez y Vargas Llosa.