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QUIJOTEANDO

Armas, gérmenes y acero

Armas, gérmenes y acero

 

 

 

 

 

Jared Mason Diamond

Nacido el 10 de septiembre de 1937 es un autor estadounidense de literatura científica, biólogo evolucionista, fisiólogo y biogeógrafo.

Se le conoce ante todo por su libro ganador del premio Pulitzer Armas, gérmenes y acero (Guns, Germs and Steel. 1997). Esta obra ha vendido más de un millón de ejemplares en todo el mundo. Se trata de un apasionante y clarificador trabajo de investigación que desmantela el concepto occidental –no exento de soberbia– de ’sociedades avanzadas’. El profesor Diamond se remonta al mundo de la Edad de Piedra para mostrarnos, paso a paso, cómo las diferencias geográficas y climáticas hicieron que en determinadas zonas tuviera lugar un incesante progreso, desde los tiempos de los cazadores recolectores, y que otras, en cambio, quedaran rezagadas, sin que esto En estos dos libros trata la evolución de ciertas sociedades a partir de factores materiales como condiciones ecológicas, disponibilidad de recursos e influencia de la tecnología, en una línea que lo acerca a autores que han tratado de explicar la historia desde posiciones materialistas.

Notoriedad y popularidad

Notoriedad y popularidad

 

 

 

 

Tariq Alí

 

 

La decisión del periodista Herbert Matthews* de encontrar y entrevistar al líder guerrillero rebelde Fidel Castro en su guarida montañesa, al mismo tiempo que el dictador militar Fulgencio Batista apoyado por los Estados Unidos negaba que hubiera serios disturbios, fue valiente y con visión de futuro. La primicia de Matthews en 1957 mostró tal como fue la caída en barrena de Batista. También alertó a Washington sobre la evidencia de que éste no podía permanecer en el poder mucho tiempo.

Cuba tiene un pasado turbulento. La isla "siempre fiel" [en castellano en el original] del folklore imperial español, bajo el liderazgo de la aristocracia terrateniente, se había unido contra la férula española en 1860. La revuelta fue aplastada después de una década de salvaje represión, pero una bajada de los precios del azúcar desencadenó un nuevo levantamiento en 1895, y los propietarios de las plantaciones se unieron una vez más por la independencia. Los españoles combatieron bestialmente y establecieron campos de concentración (que hacen su aparición allí, por primera vez en el mundo). A lo largo de tres décadas de conflicto, cientos de miles de cubanos y españoles murieron. La entrada en guerra de Estados Unidos condujo a la derrota española en 1898, pero la dura experiencia había debilitado seriamente a los terratenientes cubanos, que se volvieron incapaces de resistir el establecimiento de un protectorado de facto de Estados Unidos con la base naval permanente de Guantánamo.

Los ricos de las ciudades carecían de cohesión y fueron felices lacayos de las corporaciones de Estados Unidos que se establecieron en la isla. Los regímenes parlamentarios que nominalmente tuvieron el poder durante unas pocas décadas posteriores fueron venales —los políticos saqueaban regularmente el tesoro público del país—, y la mafia militar dominaba las ciudades. Cuando Batista montó el golpe en 1952, no se encontró con ninguna resistencia por parte del establishment político; pero nadie le dio pleno apoyo: era visto como un aventurero (en 1933, cuando era sargento del ejército, había organizado una revuelta contra su propio alto mando) y a causa de su piel oscura no se le permitió entrar en el Havana Club donde los ricos hacían negocios placenteramente.

La situación del país se deterioró y el régimen de Batista rápidamente fue aislado. Era detestado por la población y archidependiente de Washington y de la mafia, que era la propietaria de una red de casinos y hoteles de la isla. La dictadura de Batista era sin duda el eslabón más débil en la cadena de los regímenes militares que jalonaban la América latina.

El 26 de julio de 1953, un enojado y joven abogado, Fidel Castro, condujo a un pequeño comando de hombres armados que intentaron hacerse con los barracones del cuartel de Moncada en Santiago de Cuba. La mayor parte de los guerrilleros perdieron la vida. Castro fue preso, y, defendiéndose a sí mismo, hizo una disertación magistral, repleta de referencias clásicas y citas de Balzac y Rousseau, rematada con estas palabras: "Condénenme. No importa. La historia me absolverá". Lo que le reportó notoriedad y popularidad.

Amnistiado en 1955, pronto abandonó la isla y empezó a organizar una rebelión en México. Por un tiempo estuvo en la hacienda que una vez perteneció al legendario revolucionario mexicano, Emiliano Zapata. A fines de noviembre de 1956, 82 personas, Fidel Castro y el che Guevara entre ellos, se embarcaron desde México en un pequeño navío llamado Granma e hicieron tierra en la provincia de Oriente. 12 supervivientes alcanzaron Sierra Maestra, y empezó la guerra de guerrillas.

En enero de 1961, los Estados Unidos rompieron las relaciones diplomáticas en respuesta a las nacionalizaciones de las plantaciones de azúcar de propietarios estadounidenses, de bancos y de negocios. Tres meses después, exilados cubanos armados por la CIA lanzaron una invasión de la isla cerca de la Bahía Cochinos. Fue derrotada. En 1962, el presidente Kennedy amplió un embargo comercial primerizo decretado por su predecesor, presidente Eisenhower, hasta convertirlo en un bloqueo económico total, lo que acabó de empujar a los cubanos hacia Moscú. El resto es historia. Pero cuando Matthews llegó a Sierra Maestra, la dirección que la revolución podía tomar no estaba definida. Castro no había sido nunca un socialista, y las relaciones con el partido comunista oficial eran tensas. Fue la reacción del estruendoso y poderoso vecino del norte lo que ayudó a decidir la orientación de la revolución.

Los resultados fueron ambivalentes. Políticamente, la dependencia de la Unión Soviética condujo a la imitación de las instituciones soviéticas con todo lo que ello conllevó. Socialmente, la revolución cubana creó un sistema de educación y un servicio sanitario que siguen siendo la envidia de gran parte del mundo neoliberal. La historia será el juez postrero, pero Fidel Castro ya ha sido elevado por un gran número de latinoamericanos al pedestal ocupado por Bolívar, San Martín, Sucre y José Martí.

NOTA:

*Herbert Lionel Matthews (19001977, en Australia) fue un periodista del New York Times que adquirió renombre internacional al publicar en 1957 una entrevista a Fidel Castro en su campamento guerrillero de Sierra Maestra, considerada como una de las más famosas entrevistas en la historia del periodismo.

Capitalismo y Nihilismo

Capitalismo y Nihilismo

 

Santiago Alba Rico

Editorial: Akal

La presente obra reúne quince textos orgánicamente emparentados, inscritos todos ellos en un mismo horizonte teórico: el análisis y denuncia de lo que el autor llama el "nihilismo espontáneo de la percepción" como ley y función subjetiva del sistema de destrucción generalizada conocido bajo el nombre de "Capitalismo". Trata de definir el campo antropológico de una comunidad espontánea de la que todos somos al mismo tiempo transmisores, beneficiarios y damnificados , y de cercar la monstruosa normalidad de "nuestra" cultura occidental o, más exactamente, de nuestra "civilización" capitalista.
El espectador, el consumidor, el turista el artillero, el banquero: este libro se ocupa de la potencia nihilizadora de una percepción integral -síntesis "en el ojo" de una economía y una tecnología- que sólo sabe "apropiarse de hombres y cosas, que los construye rutinariamente como "objetos de exterminio" y que, más radicalmente, los despoja de existencia al mismo tiempo que los mira (como el piloto que sólo fija un blanco para hacerlo desaparecer).

El poder de la vergüenza

El  poder de la vergüenza

Leonardo Boff.

Es uno de los sacerdotes católicos de nacionalidad brasileña inspirador de la llamada Teología de la Liberación.


Benjamín Franklin (1706-1790) fue editor, refinado intelectual, escritor, pensador, naturalista, inventor, educador y político. Proponía como proyecto de vida un pragmatismo ilustrado, asentado sobre el trabajo, el orden y la vida sencilla y sobria. Fue uno de los padres fundadores de la patria estadounidense y un participante decisivo en la elaboración de la Constitución de 1776. Ese mismo año fue enviado a Francia como embajador. Frecuentaba los salones y era celebrado como sabio hasta el punto de que el propio Voltaire, ya anciano de 84 años, salió a recibirle en la Real Academia.

Cierta tarde, se encontraba en el Café Procope de Saint-Germain-des-Près, cuando irrumpió salón adentro un joven abogado y revolucionario, Georges Danton, diciendo en voz alta para que todos lo oyesen: «El mundo no es más que injusticia y miseria. ¿Dónde están las sanciones?» Y dirigiéndose a Franklin le preguntó provocativamente: «Señor Franklin, ¿por detrás de la Declaración de Independencia norteamericana, no hay justicia, ni una fuerza militar que imponga respeto? Franklin serenamente contestó: «Se equivoca, señor Dantón, detrás de la Declaración hay un inestimable y perenne poder: el poder de la vergüenza (the power of shame)».

Es la vergüenza la que reprime el impulso a violar las leyes y frena la voluntad de corrupción. Ya para Aristóteles la vergüenza y el rubor eran indicios inequívocos de la presencia del sentimiento ético. Cuando faltan, todo es posible. La vergüenza pública obligó a Nixon a renunciar a la presidencia. Cada cierto tiempo, vemos a ministros y a ejecutivos importantes teniendo que pedir la dimisión inmediata por actos vergonzosos. En Japón llegan a suicidarse por no soportar la vergüenza pública. Sentir esa vergüenza es tener un límite intraspasable. Violado, la sociedad desprecia a su violador, pues sin límites no se puede convivir.

¿Qué es tener vergüenza? El diccionario Aurelio de la lengua portuguesa lo define así: «tener sentimiento de la propia dignidad; tener pundonor». Es lo que más nos falta en la política, en quienes ostentan poderes públicos, en diputados, senadores, ejecutivos, y tantos otros ladrones y corruptos de cuello blanco. Con el mayor descaro y sin avergonzarse niegan crímenes manifiestos, mienten sin escrúpulos en los interrogatorios y en las entrevistas a los medios de comunicación. Son personas que a fuerza de hacer lo ilícito y de saberse impunes perdieron el sentido de la propia dignidad.

Robar del erario público, asaltar recursos destinados hasta para la merienda escolar o falsificar medicamentos no les ruboriza ni les hace enrojecer. Crimen es la estupidez de quien deja rastro o se deja pillar con las manos en la masa. No les importa, pues saben que saldrán impunes, basta con pagar buenos abogados y presentar recurso sobre recurso, hasta que expire el plazo. Parte de la justicia ha sido montada para facilitar estos recursos y favorecer con el poder a quienes no tienen vergüenza.

Como trasfondo de todo está una cultura que siempre negó dignidad a los indios, a los negros y a los pobres. Les robó su valor ético, porque la mayoría tiene vergüenza y un mínimo de dignidad. Como me decía un amigo que vive de la basura con el que trabajé cerca de veinte años: «lo que más me duele es tener que tragarme la vergüenza y sujetarme a vivir de la basura. Pero no soy un “buscabasuras”, soy un trabajador que con mi trabajo digno consigo alimentar a mi familia». Si nuestros políticos desvergonzados tuviesen el sentido de la dignidad de este trabajador, digna y dignificante sería la política de nuestro país.

Hermann Hesse

Hermann Hesse

Lobo Estepario

Hermann Hesse es inmortal. Sea por sus Relatos Esenciales, sus novelas Siddharta o Demian, o la que reseño, El Lobo Estepario. El caso es que Hesse es uno de los premios Nobel más recordados y uno de los autores más sobresalientes de la literatura alemana.

El Lobo Estepario es una novela merecidamente aplaudida por las masas desde el momento en que fue publicada. Representa un maremágnum de emociones, reforzado sin duda por su condición de obra biográfica. A través de su alter-ego, llamado Harry Haller (de las mismas iniciales que el autor), Hesse construye un ser huraño y víctima de la sociedad individualista en la que vive.

Si bien El Lobo Estepario no goza de la frescura y cercanía de estilo de Demian, el ambiente está mucho más conseguido. A base de un lenguaje detallista, una tendencia a la reflexión y a la observación exhaustiva, y una metafísica constante que envuelve a todo el libro, Hesse logra impactar sobremanera al lector, consiguiendo a veces sumirle en el hastío que pretende mostrar de la vida, en las crisis existenciales que propone, en hacer que el lector comprenda la resignación de Harry Haller, y en alcanzar un estado óptimo en cuanto a la impecable relación entre lo onírico y lo realista.
Con aspectos memorables de la novela como la propia comparación con un lobo estepario, errante, en eterna búsqueda, el teatro “Sólo para locos”, las clases de baile y las evidentes evoluciones del protagonista, Hesse obtiene del lector lo que pretende desde el principio: llegar a su alma, removerle por dentro, y hacerle dudar de algunas bases filosóficas, mediante una narración sistemática pero sorprendentemente original.

Hay quien puede pensar que la trama que ocurre en El Lobo Estepario es arbitraria y poco sustanciosa, pero nada más lejos de la realidad. Hesse derrocha sabiduría, amor y entendimiento. Transportó muchos elementos de su vida personal a los de sus personajes, como en el caso de sus problemas con las mujeres, o la resignación ante la política.

A veces la densidad es considerable. Da la sensación de que en una página de esta novela se aprende mucho más que en cincuenta páginas de cualquier otro libro, y al contrario que pueda parecer, eso hace de El Lobo Estepario una novela difícil de leer, próxima al estilo reflexivo que caracterizaría a autores como James Joyce, su digno sucesor germano Günter Grass, o incluso nuestro Camilo José Cela, con su correspondiente ritmo pausado y tranquilo, aunque con altibajos. El Lobo Estepario es una novela que con el paso de los años no pierde su frescura y su fuerza. Es fácil sentirse identificado con lo que Hesse nos cuenta, y es fácil desear haber podido tomarse un café con él

Estados Unidos: La irresistible llegada de la recesión

Estados Unidos: La irresistible llegada de la recesión

por Jorge Beinstein

Acaba de ser conocida la cifra definitiva del crecimiento de la economía de los Estados Unidos durante el primer trimestre de 2007. El dato inicial evaluado en un 1,3 % anualizado ha sido reducido al 0,6 %. Se trata de la tasa más baja de los últimos cuatro años que confirma la tendencia a la desaceleración ya iniciada en el último trimestre de 2006.

Cuando en febrero de este año Alan Greenspam, ex titular de la Reserva Federal, anunció la posibilidad de que los Estados Unidos entren en recesión antes de fines de 2007, llovieron los desmentidos de expertos y autoridades monetarias de los países centrales. Pero la realidad no puede ser exorcizada con manipulaciones mediáticas, la acumulación de déficits, la degradación del dólar y sobre todo el desinfle de la burbuja inmobiliaria hacían inevitable el desenlace. La burbuja inmobiliaria, pieza maestra de la estrategia económica de la administración Bush junto a la avalancha de gastos militares y las reducciones fiscales; consiguieron sacar a la economía estadounidense del estancamiento inflando un consumo no respaldado por el desarrollo productivo local (la decadencia del sistema industrial norteamericano ya lleva muchos años).

Se sumaron las deudas internas y externas, los créditos fáciles, en especial los destinados a las viviendas crecieron de manera desmesurada, el déficit energético se expandió, hacia finales de 2006 la deuda total estadounidense (pública, empresaria y personal) llegaba a los 48 billones de dólares: más de tres veces el P.B.I norteamericano y superior al Producto Bruto Mundial. Las deudas con el exterior llegaban a 10 billones de dólares, la cuerda no podía ser estirada indefinidamente.

Todo mal

La estrategia del gobierno de Bush puede ser sintetizada como la combinación de dos operaciones que apoyándose mutuamente deberían haber relanzado y consolidado el poderío imperial de los Estados Unidos: la expansión rápida de una burbuja consumista-financiera para producir un fuerte despegue económico asociada a una ofensiva militar sobre Eurasia que le daría la hegemonía energética global y desde allí la primacía financiera arrinconando a las otras potencias (China, Unión Europea, Rusia). Apostó a partir de 2001 a una contundente victoria de sus fuerzas armadas que le permitiría controlar militarmente la franja territorial que va desde los Balcanes en el Mediterráneo Oriental hasta Pakistán, atravesando Turquía, Siria, Irak, Irán, la ex repúblicas soviéticas de Asia Central, la Cuenca del Mar Caspio, Afganistán, tapizándola de implantaciones militares que vigilarían una complejo abanico de protectorados.

Los preparativos de la ofensiva se habían desarrollado durante los años 1990 bajo gobiernos republicanos y demócratas: la primera Guerra del Golfo, los interminables bombardeos sobre Irak durante toda la década, la guerra de Kosovo. Se trató de una "política de estado" que incluyó a los dos partidos gobernantes y al conjunto del sistema de poder. Ellos sabían que la burbuja económica lanzada paralelamente a la ofensiva militar no podía sostenerse mucho tiempo, los desajustes financieros se acumularían y la burbuja de créditos apuntalando la especulación inmobiliaria terminaría por desinflarse: 2005-2006 aparecía como una barrera temporal infranqueable. Pero en ese momento, apostaban los halcones, la victoria militar del Imperio permitiría redefinir las reglas de juego económicas del planeta, los cowboys del Pentágono llagarían justo a tiempo para auxiliar a los magos de las finanzas. Pero todo salió mal; los cowboys se empantanaron en Irak, la ofensiva fulminante sobre Eurasia fracasó en la primera batalla importante, mientras tanto el globo especulativo entró en crisis y ningún puño de hierro pudo salvarlo.

Señal de alarma, desaceleración, interrogantes

Desde 2005 expertos de muy diverso signo ideológico comenzaron a alertar acerca del próximo desinfle de la burbuja inmobiliaria, en agosto de ese año "The Economist" señalaba las consecuencias mundiales de la inevitable contracción del globo especulativo (1). Pero en los Estados Unidos, donde la brecha entre los préstamos inmobiliarios y los ingresos personales crecía sin cesar, la fiesta financiera siguió imperturbable a las alertas dictando el ritmo de las otras potencias económicas, el contagio llegó a regiones muy extendidas de la periferia.

Finalmente en 2006 los precios de las viviendas comenzaron a descender, la burbuja estadounidense se contraía inexorablemente, a partir de ese momento su impacto negativo sobre la demanda y luego sobre el conjunto del Producto Bruto Interno era solo cuestión de tiempo.

Hacia fines de 2006 aparecieron los primeros síntomas de desaceleración económica que se tornaron dramáticos durante el primer trimestre de 2007. En febrero se produjo un sacudón bursátil internacional afectando en primer lugar a China, país extremadamente dependiente de la capacidad de compra del mercado norteamericano. Ahora al promediar el año 2007, independientemente de altibajos y efímeras recuperaciones, el interrogante central es como y a que ritmo se propagará el enfriamiento al conjunto de la economía mundial. Por ejemplo como afectará a los precios de las materias primas, en primer lugar el del petróleo, empujado hacia arriba por el proceso de reducción de reservas (la cercanía de la cima productiva global) y presionado hacia abajo por la desaceleración de los grandes sistemas industriales. ¿Afrontaremos pronto una recesión con caída general de precios o bien una combinación de recesión e inflación parecida a la estanflación de los años 1970? ¿Asistiremos a grandes contracciones de negocios financieros o a su combinación con nuevos brotes especulativos En fin, ¿cuales serán las consecuencias políticas, militares e ideológicas de esta gran perturbación del capitalismo mundial? De algo debemos estar seguros: esta crisis no se parece a ninguna de las anteriores, este nivel de hipertrofia financiera nunca antes había sido alcanzado, también es inédito el grado de interdependencia entre todas las grandes economías y además se mezclan peligrosamente aspectos característicos de una crisis de sobre producción con otros propios de una situación de subproducción de productos decisivos para la supervivencia del sistema. Esto último se expresa por ahora solo en el tema energético pero el mismo está impulsando otras penurias, por ejemplo la de alimentos debido al uso de tierras cultivables en la producción de biocombustibles.

Más allá de las conspiraciones

Sería ingenuo atribuir la crisis a la aplicación de una estrategia errónea por parte de la Casa Blanca. Debemos insertar dicha estrategia en el contexto más amplio de la decadencia de la sociedad norteamericana y la misma como parte (decisiva) de un proceso de crisis global. Si enfocamos el mediano plazo, desde comienzos de los 1990 observaremos como la economía estadounidense se fue convirtiendo en un sistema basado en la especulación financiera y el déficit comercial al que se agregaron el déficit fiscal y las deudas de todo tipo en un proceso general de concentración de ingresos. En suma; una dinámica elitista y parasitaria cuya primera etapa tuvo una cierta apariencia productivista en torno de las llamadas industrias de alta tecnología, su centro motor fue la euforia bursátil y las célebres “acciones tecnológicas” expresadas en el índice Nasdaq que crecía vertiginosamente. Los expertos-comunicadores de la época señalaban que se había puesto en marcha un círculo virtuoso que empujaba a la economía norteamericana hacia una suerte de prosperidad infinita. Según ellos, la expansión del consumo alentaba nuevos desarrollos tecnológicos que impulsaba la productividad y en consecuencia los ingresos y luego el consumo, etc. En realidad lo que estaba ocurriendo era una euforia bursátil que proporcionaba ingresos financieros presentes y futuros a empresas e individuos incitándolos a gastar más y más.

La fiesta concluyó a comienzos de la década actual y la economía se estancó, la nueva administración republicana no encontró otra vía de salida que una nueva burbuja mucho más grande que la anterior, esta vez basada en una avalancha de créditos inmobiliarios.

Junto al delirio financiero se desarrollaron otros fenómenos como la criminalidad y la criminalización estatal de las clases bajas, en especial de algunas minorías como la de los latinoamericanos y afronorteamericanos pobres o la degradación del sistema político (corrupción, sometimiento a los grupos de negocios ascendentes). En especial se afianzó una convergencia de intereses que fue reconfigurando al tradicional “complejo militar industrial” para transformarlo en una extendida red de grupos financieros, petroleros, industriales, políticos, militares y paramilitares mafiosos. A comienzos de la presente década se produjo un salto cualitativo representado por la llegada de George W. Bush y sus halcones.

En un enfoque de más largo plazo, desde el fin del patrón dólar-oro (1971) y la crisis planetaria que le siguió observamos una crisis de sobreproducción global que fue postergada, emparchada, sobre la base de la expansión de los negocios financieros y del superconsumo norteamericano inscripto en una corriente mundial de concentración de ingresos.

La aventura militar-financiera no fue un exabrupto o una desviación neofascista del sistema de poder norteamericano sino un despliegue estratégico lógico (fuertemente impregnado de componentes fascistas) del núcleo central de poder de los Estados Unidos que de ese modo prolongaba, acentuaba, las tendencias económicas, ideológicas y políticas dominantes. Que fueron creciendo hasta devenir hegemónicas desde la presidencia de Reagan, pasando por Carter, Bush padre, Clinton hasta llegar a los auto atentados del 11 de septiembre de 2001 y la invasión de Irak.

El fin de las ilusiones

La prosperidad ficticia del Imperio forjó sobre todo en los 1990 la ilusión de un Poder mundial avasallador ante el cual solo era posible adaptarse. Surgió una derecha global triunfalista que cubrió con un discurso “neoliberal” la orgía financiera, pero también un progresismo cortesano que sobre la base del sometimiento al capitalismo pretendía adornarlo con matices humanistas. Tanto para los unos como para los otros la victoria del universo burgués era definitiva o por lo menos de muy larga duración. Pero cuando al iniciarse la presente década comenzaron a despuntar las primeras fisuras del sistema optaron en general por negar fanáticamente la realidad: la declinación del dólar o el súper endeudamiento norteamericano eran presentados como expresiones de una recomposición positiva en marcha del capitalismo global, el desquicio financiero como el ocaso de la especulación superado por una próxima reconversión productivista de la economía de mercado, en fin, cada muestra de fracaso era transformada en demostración de rejuvenecimiento. Es posible que eso siga todavía un cierto tiempo más, incluso la declinación de los Estados Unidos y de otras potencias arrastradas por el gigante puede dar lugar a ilusiones pasajeras acerca del ascenso de capitalismos nacionales o regionales autónomos en la periferia o a reconversiones milagrosas de algunas economías centrales. El truco de remplazar realidad por deseos ilusorios suele dar buenos resultados a corto plazo, el problema es que las grandes tendencias de la historia terminan por imponerse.

Globalización: se desinfla el mito

Globalización: se desinfla el mito

Ángel Guerra

Una encuesta publicada por el londinense Financial Times esta semana muestra que una mayoría en Estados Unidos y los principales países de la Unión Europea rechaza la “globalización”, cree que no le ha aportado nada positivo, aboga por mayores impuestos a los ricos y favorece un “techo” a los astronómicos salarios de los jefes de la corporaciones. “La visión de que abrir las economías para hacer más libre el comercio beneficia a los países pobres y ricos por igual no es compartida por los ciudadanos de los países ricos”, comenta el rotativo sobre los resultados del sondeo. En Europa la consulta abarcó a Gran Bretaña, Francia, Alemania, Italia y España.

Una encuesta similar en los países pobres sería ociosa, dado el notorio y ascendente repudio a la globalización protagonizado en estos desde hace más de dos décadas. Especialmente en América Latina, donde no se le ve el final a las protestas, desde locales y sectoriales hasta rebeliones populares nacionales, expresadas en las calles y/o mediante el sufragio.

Pero, ¿qué se entiende por globalización? La respuesta depende del punto de vista de quien la ofrezca. Están la versión del poder, ya no tan almibarada como en los primeros tiempos aunque ahora más tramposa, y la alternativa, basada en el interés de los pueblos y la lectura objetiva de los datos de la realidad social. Trataré de resumir la última, ya que la primera es ampliamente conocida y machacada a diario por los medios dominantes.

La globalización neoliberal, sí, con apellido, no es una fase ineludible y fatal del progreso que opera ciegamente. Es una política deliberada de las potencias imperialistas encabezadas por Estados Unidos, cuyo auge se enmarca históricamente a partir del inglorioso derrumbe del socialismo soviético, que pretende llevar hasta sus últimas consecuencias la mundialización capitalista, ampliada sucesivamente desde el siglo XV. El derrumbe pareció condenar al mundo a la voluntad de expolio, dominación y guerra de una sola potencia, produjo enormes deserciones en la izquierda comunista o radical y una gran confusión ideológica, que permitió al imperialismo desencadenar una ofensiva planetaria por la obtención máxima de ganancia, el fin de las soberanías nacionales de los países pobres, el saqueo recolonizador de sus recursos y la marginación y pauperización aceleradas de cientos de millones de trabajadores, indígenas, desempleados y sus familias, tanto en los centros imperiales como en las regiones pobres. Los imperialistas y sus socios locales se sintieron con las manos libres para poner en práctica medidas que ya habían desechado mucho antes como muy peligrosas para el propio sistema capitalista debido a sus explosivas consecuencias sociales y políticas. Se desmantelaron en todas partes derechos conquistados a fuerza de grandes luchas de los trabajadores y cundió la depredación ecológica.

El proyecto fue concebido aprovechando viejos y nuevos instrumentos, entre ellos el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, el novel Consenso de Washington, la Organización Mundial de Comercio, el Pentágono, la CIA, la OTAN, el sistema escolar a todos los niveles y los llamados medios de comunicación de masas, cada vez más centralizados y emponzoñados en medio de un periodo sin precedente en la concentración capitalista. Ha abarcado regresivas trasformaciones económicas, ideológicas, políticas, sociales, culturales –las famosas “reformas”-, apoyadas en una creciente militarización y la criminalización del pensamiento cuestionador y la protesta social. Se difundieron los mitos de la ineficacia del Estado y la necesidad de su achicamiento, la bondad de las privatizaciones y la “desregulación” de las actividades económicas, supuestamente llamadas a crear una “derrama” general de bienestar. En efecto, los Estados se achicaron, pero para liquidar su función de redistribución de la riqueza, ya que los aparatos militares y represivos crecieron como nunca antes como parte del objetivo de esclavizar a la humanidad. Lo más reaccionario del “paquete” neoliberal es que no fue consultado a los pueblos, en la acción más antidemocrática llevada a cabo por los Estados imperialistas. El atentado terrorista del 11/S fue aprovechado para recrudecerlo mediante el lanzamiento de genocidas guerras de conquista en Afganistán, Irak y Líbano, cuyo fracaso ha acelerado la evidencia incontrovertible de su inviabilidad.

James Joyce (Irlanda, 1882-1941)

James Joyce    (Irlanda, 1882-1941)

Novelista y poeta irlandés cuya agudeza psicológica e innovadoras técnicas literarias expresadas en su novela épica Ulises le convierten en uno de los escritores más importantes del siglo XX. Joyce nació en Dublín el 2 de febrero de 1882. Hijo de un funcionario acosado por la pobreza, estudió con los jesuitas, y en la Universidad de Dublin. Educado en la fe católica, rompió con la Iglesia mientras estudiaba en la universidad. En 1904 abandonó Dublín con Nora Barnacle, una camarera con la que acabaría casándose. Vivieron con sus dos hijos en Trieste, París y Zürich con los escasos recursos proporcionados por su trabajo como profesor particular de inglés y con los préstamos de algunos conocidos. En 1907 Joyce sufrió su primer ataque de iritis, grave enfermedad de los ojos que casi le llevó a la ceguera.

Siendo estudiante universitario, Joyce logró su primer éxito literario poco después de cumplir 18 años con un artículo, 'El nuevo drama de Ibsen', publicado en la revista Fortnightly Review de Londres. Su primer libro, Música de Cámara (1907), contiene 36 poemas de amor, muy elaborados, que reflejan la influencia de la poesía lírica isabelina y los poetas líricos ingleses de finales del siglo XIX. En su segunda obra, un libro de 15 cuentos titulado Dublineses (1914), narra episodios críticos de la infancia y la adolescencia, de la familia y la vida pública de Dublín. Estos cuentos fueron encargados para su publicación por una revista de granjeros, The Irish Homestead, pero el director decidió que la obra de Joyce no era adecuada para sus lectores. Su primera novela, Retrato del artista adolescente (1916), muy autobiográfica, recrea su juventud y vida familiar en la historia de su protagonista, Stephen Dedalus. Incapaz de conseguir un editor inglés para la novela, fue su mecenas, Harriet Shaw Weaver, directora de la revista Egoist, quien la publicó por su cuenta, imprimiéndola en Estados Unidos. En esta obra, Joyce utilizó ampliamente el monólogo interior, recurso literario que plasma todos los pensamientos, sentimientos y sensaciones de un personaje con un realismo psicológico escrupuloso. También de esta época data su obra de teatro Exiliados (1918).

Joyce alcanzó fama internacional en 1922 con la publicación de Ulises, una novela cuya idea principal se basa en la Odisea de Homero y que abarca un periodo de 24 horas en las vidas de Leopold Bloom, un judío irlandés, y de Stephen Dedalus, y cuyo clímax se produce al encontrarse ambos personajes. El tema principal de la novela gira en torno a la búsqueda simbólica de un hijo por parte de Bloom y a la conciencia emergente de Dedalus de dedicarse a la escritura. En Ulises, Joyce lleva aún más lejos la técnica del monólogo interior, como medio extraordinario para retratar a los personajes, combinándolo con el empleo del mimetismo oral y la parodia de los estilos literarios como método narrativo global. La revista estadounidense Little Review empezó en 1918 a publicar los capítulos del libro hasta que fue prohibido en 1920. Se publicó en París en 1922. Finnegans Wake (1939), su última y más compleja obra, es un intento de encarnar en la ficción una teoría cíclica de la historia. La novela está escrita en forma de una serie ininterrumpida de sueños que tienen lugar durante una noche en la vida del personaje Humphrey Chimpden Earwicker. Simbolizando a toda la humanidad, Earwicker, su familia y sus conocidos se mezclan, como los personajes oníricos, unos con otros y con diversas figuras históricas y míticas. Con Finnegans Wake, Joyce llevó su experimentación lingüística al límite, escribiendo en un lenguaje que combina el inglés con palabras procedentes de varios idiomas.

Las otras obras publicadas son dos libros de poesía, Poemas, manzanas (1927) y Collected Poems (1936). Stephen, el héroe, publicada en 1944, es una primera versión de Retrato. Además, en 1968, su biógrafo Richard Ellman publicó un original inédito Giacomo, pequeña obra considerada el antecedente del Ulises. Joyce empleaba símbolos para expresar lo que llamó 'epifanía', la revelación de ciertas cualidades interiores. De esta manera, sus primeros escritos describen desde dentro modos individuales y personajes, así como las dificultades de Irlanda y del artista irlandés a comienzos del siglo XX. Las dos últimas obras, Ulises y Finnegans Wake, muestran a sus personajes en toda su complejidad de artistas y amantes desde diversos aspectos de sus relaciones familiares. Al emplear técnicas experimentales para comunicar la naturaleza esencial de las situaciones reales, Joyce combinó las tradiciones literarias del realismo, el naturalismo y el simbolismo plasmándolos en un estilo y una técnica únicos. Después de vivir veinte años en París, cuando los alemanes invadieron Francia al principio de la II Guerra Mundial, Joyce se trasladó a Zürich, donde murió el 13 de enero de 1941.